...Porque de un lado estás tú... y del otro lado todos los demás...



viernes, 24 de mayo de 2013

El muro, las sombras y las rosas de papel...



Ella edificó un enorme muro alrededor de mí. Se aseguró de que el espacio fuera amplio y pudiera sentirme bien estando ahí. Me explicó entonces que aquel muro serviría de protección.

 Probablemente al imaginar un espacio cercado muchos se crearán una sensación de acorralamiento o claustrofobia, pero ella sabía bien cuan grande debía y podía ser aquel refugio. Llevó mucho tiempo el construirlo, tanto que no eché en cuenta cuando había sido terminado. 

No recordaba que era un espacio limitado, por que dentro tenía todo y tal vez más que estando fuera. Estaba tan bien planeado que ella se aseguraba además de que siempre pudiera estar pendiente de todo.

Recuerdo que el sitio no estaba techado, pues incluso tenía previsto que el lugar siempre estuviera lleno de luz.
Se estaba bien en ese sitio, lleno de retos y libertades.

Me concedió el dulce capricho de darle forma, diseño y nombre al “nuevo mundo” y entones decoré las paredes a mi gusto, dibujando sobre ellas, flores, esferas, estrellas, dragones y libélulas. Lo llamé “nuestra amistad” y revoloteaban en el aire fotografías con escenas nuestras.

 Nunca pensaba en el muro. Tanto lo perdí de vista, que olvidé por completo su existencia hasta que desapareció. Entonces mi mente sufrió un espasmo en el que desconoció la realidad de sus recuerdos. Aquello que estaba a mí alrededor, era lo único que había existido siempre.

 A veces nos sentábamos a charlar, pasaban horas en las que tema tras tema el tiempo se iba, se reducía, llegaba la hora de dormir ¡y aun teníamos tanto qué decir!

La oscuridad de la noche era cómplice de la silueta que dormía fuera del refugio, mientras el fugitivo se entregaba a la libertad de una zona de confort misteriosa.

Todo lo que yo decía, planteaba, cambiaba o sugería para mejorar ese lugar estaba bien. Ella aprobaba todas las ideas y sobre muchas trabajaba conmigo para que pudieran pasar de proyecto a realidad.
Toda la gente que yo quería, que amaba, que conocía… estaban ahí, siempre cerca de mí.
Iba, venía, dejaba, tomaba, causaba y reaccionaba de forma normal. Ella nunca se apartó.

De pronto el sonido de nuestras voces llegó a crear un eco tan fuerte que dejamos de escucharnos, pero nos acostumbramos a conformarnos con lo poco que entendíamos.

En ocasiones tenía que cerrar los ojos, a veces para dormir y otras para negar.

Ambas conocíamos bien el espacio completo y a pesar de ser un refugio hecho para mí, me preguntaba si ella lo había construido para sentirse protegida también… si era así, deseaba que hubiese funcionado. Yo no tenía problema en compartir el espacio, el tiempo. No creía ni sentía sólo acercarla a mi familia, sino que ella misma ya era parte de mi familia también. Todo lo que yo tenía por mí, ella podía tenerlo. 

Una de esas ocasiones en las que cerré los ojos la escuché murmurar algo y cuando sus acciones me dejaron atónita y sin palabras se creó un lio y ella trató de culpar al eco que distorsionó su voz y mi entendimiento.

Mi decoración comenzó a cambiar, había sombras que movían las cosas de su lugar y difícilmente podía encontrar lo que necesitaba. A veces ni siquiera podía detectar que provocaba esos vacíos tan evidentes. Todo se fue deteriorando, se fue desvaneciendo. Los vestidos, las rosas, los detalles, los cuentos… eran memorias, cosas que no existían más, no vale la pena perder el tiempo sobre algo nadie necesita.

Me incliné a observar una hermosa tarjeta que me sugirió muchas ideas… tomé papel y le hice una flor que nunca moriría… la flor terminó sobre un mueble al alcance de las sombras que todo lo perdían. Supongo que la descubrieron ahí abandonada por que nunca volví a verla… pero cada que veo una tarjeta puedo acordarme de ella. Creí que estaba siendo buena… pero una estúpida flor de papel ¿quién la necesita?
Hice muchas más, pero las quemaba al terminar.

 ¿Y si ella se sentía como la flor? Yo no dejaría que las sombras la alejaran. Si llenaba su habitación de flores las sombras tendrían en qué entretenerse y no la molestarían. Entonces trabajé, pasé días y noches haciendo flores y diversas figuras de papel. Estaba cansada y los demás me reñían por esa nueva manía. Era absurda la idea de llenar de papel, de basura un aposento…

Escuché el mismo argumento de ellos, de ella. Tales sombras no existían y lo que todos necesitaban era algo más banal, no inservible y barato como esos papeles doblados que juntos o comprimidos en un cesto figurarían siempre como desechos.

Pero… si las sombras no existían, ¿por qué cuando ellas se atravesaban corriendo entre nosotras, se me dificultaba ver su rostro, reconocerla?
¿Era que la luz estaba disminuyendo? Teníamos que hacer algo al respecto.

Aquella mañana la busqué. No supe de ella hasta el anochecer. Ya la oscuridad era demasiado espesa por lo que me vi en la necesidad que avanzar a tientas, guiada por el sonido de su llanto.

No entendía que pasaba ahí, creí que me necesitaba. Pensé que a pesar de ser un refugio, no hay compensación de lo propio, del origen, de las costumbres, de las palabras de las personas, de la ideas, incluso de los modismos del idioma. ¿Y si ella deseaba partir a su mundo y no podía hacerlo por mi? Estaba aferrándose ¿por qué? ¿Alejada del sitio a donde pertenecía como podría sentirse protegida? ¿Había sido idea mía? ¿Dónde estaban los que la querían? ¿Por qué nadie preguntaba? ¿Por qué nadie reclamaba? ¿Por qué nadie la asistía? Nadie era capaz al menos de preguntar si estaba bien…

 Estaba siendo mala otra vez…
                                                   … malditas rosas de papel.

 La encontraría para asegurarme de que todo estaba bien. La abrazaría y volveríamos a cuidar una de la otra como lo hicimos alguna vez. No tendría que preocuparse, yo estaba aquí, sería su familia, sería su amiga.

Seguí caminando entre esa aterradora oscuridad hasta visualizar un punto brillante en la lejanía. Guiada por ese destello constante avancé hasta llegar a él, pero sólo se trataba de un hoyo en la pared. Tomé una piedra del suelo y la coloqué en aquel agujero, pero la piedra cayó y el destello se volvió una grieta de la cual entraba al refugio mucha, mucha luz. Pegué mi rostro y apoyé mis manos sobre el muro, la grieta no era muy grande, apenas podía distinguir yo una inmensidad azul. Intenté sacar más piedras, pero era inútil, no tenía tanta fuerza, así que trate de imaginar lo que habría afuera. Por primera vez después de mucho tiempo fui consciente del muro. Levanté la vista y descubrí con asombro que el bardeado a mi alrededor no llegaba al cielo, pero era mucho más grande qué la imagen que había en mis recuerdos. Volví a pegar mi rostro en la ranura hasta que una mano al otro lado obstruyó mi vista sin moverse de ahí. Esa mano parecía su mano… ¿cómo había salido? ¿quién la estaría acompañando? ¿estaría bien? Y por primera vez me pregunté que habría detrás del muro aquel.
Desesperada y angustiada por lo que veía, por lo que leía… intenté buscar forma de traspasar el muro, pero ella rompió la carta y la hoja que contenía todo lo que yo no debía saber. Junté algunos trozos en mi afán por entender… y cayó otra piedra al lado de mis pies. Abrí espacio sacando las piedras hasta que el tamaño me permitió escapar y ver…

Era una dimensión distinta donde ella atesoraba lo que más quería: Pasado, personas, amigos, familia, secretos, rimas, alegrías, fotos, fantasías. Una versión alterna a todo lo que me decía. Una realidad obstaculizada por nuestra amistad de la cual yo sólo conocia parte de una verdad a medias o una completa mentira. Había plasmado su estilo en cada muro, en cada rincón… y lo había ocultado de mí. Era parte de una vida a la que evidentemente no estaba invitada…
Había algunas fotos nuestras, pero en aquel sitio se hablaba en secreto o en tono de molestia acerca de mí.   Ahí yo era la sombra del otro mundo…

Me volví a mirar el muro que me había separado de todo aquello… el muro de protección.
Su objetivo no era protegerme a mí, sino proteger lo que ella amaba, de una persona como yo.

Quizá ella podría pasar una vida negando lo que descubrí… por eso no se lo diré, tomaré distancia, guardaré esas fotos bajo algunas rosas de papel, volveré a mi mundo y la veré de vez en vez del otro lado del muro…



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