Al recordar muchas veces podemos sumergirnos en un aura de nostalgia y melancolía. Tantas cosas son diferentes y cuando vemos atrás es difícil creer que todo haya cambiado tanto. Nos cuestionamos y caemos en una retrospectiva en la que casi nos obligamos a encontrar justificaciones, afirmaciones, relaciones que nunca habíamos analizado detenidamente, coincidencias curiosa como el sentido de algunas. Intentamos descifrar aquello que nos condujo al punto donde nos encontramos y nos preguntamos “¿cuándo?” “¿cómo?” “¿por qué?” e incluso “¿por quién?” decidí ser o dejar de lado una constitución de vida que mantuvimos enfocada tanto tiempo.
Comenzamos a hurgar en el extenso cementerio de los olvidos y a revivir escenas, palabras, actos y personas ahí sepultadas. Podemos llorar, odiar, sonreír, gritar y creer que nada podemos esconder de nosotros mismos, pero la única realidad es que nada se puede modificar.
Montamos una búsqueda en la absurda profundidad de lo superficial intentando darle un sentido magno a razones inexistentes. Todo es tan claro muchas veces que nos cuesta creerlo para poder aceptarlo. Nos dirigimos al imperio de la complejidad, un sitio donde todas las puertas a la vista son armarios en los cuales ocultamos dudas o miedos. No abriremos esas puertas hasta que consideremos llegado el momento; ahí está la frustración, la negación, la decepción, la reproducción real de nuestras versiones editadas a la sociedad de la vida que tenemos, las fantasías donde somos héroes de cuentos que nunca se escribieron. Nos retractamos de preguntar lo que necesitamos conocer para no complicarnos la existencia y volvemos a la normalidad.
Más tarde, uno de esos sueños excesivamente agradables nos hace abrir los ojos sonriendo y lo repasamos detenidamente al despertar por completo y más tarde entre una consciencia impuesta lo arrastramos al escáner de la moral impuesta. Reprueba el test de lo aceptable cuando el material de su belleza y la característica incoherencia de los sueños no alcanza para responder al “por qué” al “cómo”.
Nos cerramos puertas, nos negamos oportunidades, nos limitamos los placeres y nos preguntamos “¿por qué?”.
En un momento al caminar entre la gente, una ráfaga trae al frente nuestro una ola de recuerdos difusos en una suave fragancia que percibimos entre la multitud y nos remonta a una sensación de felicidad, confusión o angustia.
Lo mismo pasa con lo acordes de esas melodías que no escuchamos hace tiempo.
Al final todo se enfoca en esa lucha por mejorar nuestro futuro en la persecución de estas claves que nos descifren la constitución que nos compone y que no desiste por que todos vivimos por y para algo, espiando en nuestros recuerdos, formulando preguntas, iniciando proyectos, aceptando razones, haciendo a un lado miedos infundados… siempre buscando respuestas de nuestro pasado.